You most know about me: abril 2008

Mi suegro, que ahora tiene unos 70 años, se quedó viudo hace dos y desde ese momento ha sido un hombre apagado, triste y silencioso.

Con motivo de la mudanza que mi mujer y yo realizamos hace unos meses, le pedimos ayuda, fundamentalmente para que saliera de su casa. Con esa excusa, mi mujer se quedaba en casa, él se distraía y me ayudaba un poco en la colocación de las cajas.

El día que narro, ocurrió que, al llegar a la nueva casa, dejamos el carro en el sótano y comenzamos a sacar cajas del carro. Subí a llevar una caja, mientras él sacaba otras y las preparaba para que yo las llevara a su lugar.

Cuando volví, estaba sentado en una silla viendo fotografías. En el suelo había muchas más. Me miró y me dijo: '¿Y esto?' Le contesté con toda naturalidad: 'Solía hacer fotos de mis relaciones sexuales. Si quieres, las puedes ver'.

Siguió ojeando las fotos y de repente dijo: 'Aquí hay algunas con hombres'. Lo miré y le dije: 'Sí, hay varias, me gusta darle por el culo a algunos maduritos'.

El hombre bajó la cabeza y siguió observando las fotografías, mientras yo recogía lo que había caído al suelo, pero me di cuenta de que, casi a escondidas, se estaba manoseando la bragueta.

Me erguí un poco y me agaché justo a su lado, cogí su mano y con la mía comencé a acariciar su pene por encima del pantalón hasta que noté que se estaba poniendo duro.

Abrí la cremallera y saqué su pene que empezaba a estar en una buena medida. Lo llevé a mi boca y comencé una mamada que no tardó ni un minuto en agradecerme acabándome la boca. Me pidió perdón, porque nunca se lo habían chupado y por haber acabado tan rápido.

Le evité las excusas y le dije: 'Ahora vas a sentir en tu culo el mismo güevo que esos maduritos de las fotos'. No dijo nada. Nos desnudamos con tanta rapidez como dos chamitos que se encuentran por primera vez ante el sexo, le di la vuelta y comencé a meterle un dedo en el culo.

De una de las cajas que había por allí saqué una crema de las manos de mi mujer y se la puse. Después, mis dedos entraban mejor, uno, luego dos, luego tres y casi llegué a introducir toda mi mano, mientras él gemía cada vez más y se maldecía por no haber probado esto antes.

Con mi mano izquierda lo arrastré hacia mi cuerpo y con la derecha le metí mi pene que tenía ya bien abultado. Lo eché hacia delante en el maletero del carro (los maleteros de los carros franceses son estupendos para esto) y me lo cogí como si fuera la primera vez que echaba una cana al aire con un madurito.

Una vez dentro, mi güevo se movía como si él hubiera estado acostumbrado a ser enculado toda la vida. Empecé a masturbarlo y su pene comenzó a empalmarse. No sé cuántas sacudidas dimos hasta acabar virándolo hacia mí y con mi güevo dentro le dije que acababa.

Él gemía que lo hiciera dentro, que quería toda mi leche en su culo Alberto. Hacía rato que había tomado su miembro entre sus manos y se tocaba. Acabe dentro de su culo, cosa que nunca había hecho con un hombre, pero él se lo merecía, porque llevaba mucho tiempo sin practicar sexo.

Luego esperé un poco a que terminara de masturbarse y lamí su pene. Después subimos a la cama y continuamos un par de horas de sexo oral. Ahora lo veo feliz. Tiene un amigo y supongo que él le da aquello que yo le descubrí.