lunes, 25 de agosto de 2008

Qué cobija...

Siempre tuve ganas de cogerme a Mariño. El tipo tiene un culo respingado, bien durito y suculento solo de imaginar. El problema es que Mariño es hétero. Bueno. Era eso lo que yo siempre pensé. Un día que viajamos juntos a trabajar nos quedamos hospedados en el mismo cuarto de hotel. De noche, cuando estábamos listos para dormir cada uno en su cama, notamos que faltaba una cobija.

Llamamos a la recepción, pedimos una pero resulta que la tal cobija nunca llegó. Era mucho el frío y daba flojera salir pues resulta que los cuartos eran independientes y había que cruzar un patio para hablar con el cretino de la administración. Bueno, el asunto es que resolvimos desistir de la cobija. Yo dejé la que había para Mariño y decidí dormir con ropa para mantenerme calentito. Fue entonces que Mariño dijo:

-Con ropa no vas a dormir bien. -Ni modo-, le contesté. -¿No quieres venirte para mi cama para compartir la cobija?-, me preguntó. Yo deduje rápido. -Si claro ¿por qué no?-. Contesté.

Entonces me metí en la cama de Mariño. Mi corazón latía a mil imaginando lo que podría suceder luego más tarde. Cada uno se volvió para un lado de la cama y como esta era pequeña, al acurrucarnos un poco, nuestras nalgas se quedaron tocando. Después de un rato yo me volví y me quedé acostado mirando para el techo. Se podía ver algo debido a la luz que venía de afuera, del patio. Metí mi mano traviesa por dentro de la colcha y la puse encima de la nalga de Mariño. ¡Como era consistente aquel glúteo! Esperé su reacción. Nada. Le apreté la nalga. Él me sujetó la mano y yo pensé que me la iba a retirar. No lo hizo, por el contrario. Apretó mi mano con fuerza y me dijo con un ademán que lo acariciara.

Se quedó de bruces, se bajó la pijama y el bóxer. Entonces yo salté encima como un zorro encima del conejo y comencé a friccionar mi verga en aquel culo deseado por largo tiempo. Me quedé completamente desnudo pero no sentía frío. Mi sangre hervía de deseo. Mariño se quitó la camiseta. Ahora si que se había quedado bueno. Puse mi verga en medio de las dos nalgas, así como si fuera una salchicha en el pan de un perro caliente. Mi miembro parecía ser de hueso y no de carne de tan duro que estaba. Comencé a moverme para aumentar el roce. Mariño gemía bajito.

Debo reconocer que yo estaba sorprendido porque nunca me imaginé que a él le gustara una verga de hombre. Mariño hasta tiene novia. Nos quedamos frotándonos un buen rato. Yo le mordisqueaba la nuca y le embarraba el culo con mi verga. Era muy rico. Entonces, de repente, dirigí mis embestidas para el orificio. A Mariño le gustó mi iniciativa porque luego que yo intenté meter mi verga él facilitó empinando las nalgas y abriendo un poco las piernas.

Yo forzaba la entrada pero el orificio era apretado y resistía. Era tanto líquido en aquella hendidura que mi verga se ahogaba y cada vez que la metía entre las dos nalgas se oía, plop, plop. Quien persevera alcanza, dice el dicho. De tanto insistir en una de esas acerté el ojete tan deseado. Mi verga entró un pedacito.

-Ay René, quedate así, solo en la entradita ¿está bien? -Está bien-, respondí.

Mentira. En el segundo golpe metí otro pedazo. Mariño no reclamó, muy por el contrario, gimió profundo. En el tercer embate metí hasta los cojones.

-Ah, ah, ahhhhhhh- gritó Mariño bien meloso como si aquel ah fuera más de placer que de dolor.

Metí mi verga varias veces, rapidamente, sin dejar ni un milímetro de fuera. Que culo más rico era aquel. Un estuche de espadas perfecto, apretado, caliente, mojado, anhelante. Era así. Tal y como me lo había imaginado. Mientras me lo follaba, mordía la oreja de mi colega y bufaba como un toro en su nuca.

A cada metida mía Mariño soltaba un grito como de mujer cuando se la están cogiendo bien rico. Eso me excitaba al máximo, dejaba mi mástil más duro, más grueso y más largo. Con él exploraba el intestino de Mariño, le metía mi verga hasta el fondo. Mariño exprimía mi guevo con su esfínter, recibía todo con deseo. El placer era demasiado y por eso sentí que me venía. Avisé.

–Voy acabar, voy acabar-, dije… -Acabá en mis nalgas-, pidió Mariño.

Yo rápido saqué mi verga y eyaculé en sus nalgas una buena cantidad de esperma. Mariño se quedó de frente y yo le solté un beso en la boca. Mientras le besaba Mariño se pajeó y rápido también gozó. Nos quedamos exhaustos. Nos abrazamos, nos mírabamos a los ojos sin decir palabra. Después nos fuimos a lavar. Nos acostamos y dormimos. De mañana Mariño nada comentó. Yo tampoco. Cuando fui a buscar mi zapato debajo de la cama entonces vi algo que me reveló todo. La otra cobija. Escondida debajo de la cama. Mariño la había escondido para forjar todo aquello. Yo me reí. Nuestro caso fortuito terminó ahí.

Nunca más hablamos sobre el asunto. Estoy esperando que nos manden juntos otra vez para ver que sucede. Quien sabe y hace frío otra vez y compartimos la cobija de nuevo. Me muero de la gana de cogerme aquel culo otra vez.

mas fotos sensuales... Diosssssssss



DOLCE & GABBANA... SO SEXY






domingo, 24 de agosto de 2008