jueves, 28 de febrero de 2008

El equipo de judo

Lo que viene a continuación sucedió hace ya algunos años (tampoco demasiados), cuando yo tenía 17 años. Por aquel entonces yo todavía hacía judo, y, como todos los veranos, el entrenador del gimnasio organizaba un viaje para todo el grupo, a alguna residencia que tuvieran instalaciones deportivas, en las que nos encontrábamos con otra gente de judo de todo el país. Aquel año íbamos un grupo bastante nutrido, mis amigos y yo, todos entre 17 y 18 años, éramos los mayores del grupo. Casi todos éramos chicos, exceptuando un par de muchachas de nuestra edad que no estaban nada mal. Al repartir las habitaciones, nos dieron una en la que todos estábamos juntos, ya que era bastante grande y cabían seis personas, el número justo. A esta edad y con la oportunidad del verano, la ciudad y la fiesta nocturna del lugar, nuestra principal intención era cojer lo más posible. Y a ello fuimos la primera noche, aunque las cosas no salieron como estaban previstas, ya que no nos comimos ni un culo. Yo estaba excitado ante tanto cuerpo perfecto que vi en las discotecas, tanto de hombres como de mujeres, ya que soy bisexual, aunque esto sólo lo conocía uno del grupo al que le había mamado el guevo en los vestuarios del gimnasio.
Total que volvimos a la habitación completamente desanimados y ya con la única intención de hacernos la paja para aliviar la parazón. Cada uno se tumbó en su cama y ahí parecía que iba a acabar la cosa cuando Juan (el que sabía de mis inclinaciones) comentó que iba a darse una ducha, y me hizo una ligera señal. Yo dije que también haría lo mismo y fui al baño. Esto no extrañó a nadie, puesto que era una ducha común en la que había tres duchas. Me fijé bien que nadie nos seguía, cerré la puerta y cuando me di la vuelta me encontré a Juan en pelotas con el rabo tieso. Para ahorrar posteriores descripciones diré que los seis teníamos unos buenos cuerpos debido al ejercicio que hacíamos, algunos más musculados que otros, todos de buena estatura y de bastante buena apariencia. No es que fuéramos los típicos tontos de gimnasio, pero casi. El cuerpo de Juan me encantaba, con la musculatura ideal, un buen palo y completamente depilado, al igual que yo, algo que en un hombre me encanta. No me lo pensé dos veces, me desnudé, me arrodillé y comencé a lamer ese maravilloso manjar. Después de un buen rato chupando, Juan descargó un buen chorro de leche que obtuve directamente en mi cara y boca, paladeando el especial sabor del semen. Justo cuando Juan acababa noté un chorro en mi espalda, y enseguida supe que alguien acababa de llenarme de leche. Al darme la vuelta me encontré con los otros cuatro, también desnudos, y meneándose sus rabos (salvo Luis, que ya había acabado, aunque tuvo tiempo de soltarme un último chorro en la cara). Aquello aparte de sorprenderme, me puso aún más morbido, tanto que casi no tuvieron tiempo de decirme que ellos también querían una buena mamada. Así que los tres se pusieron en semicírculo alrededor mío y comencé a chupar, uno por uno. Como sólo tenía un guevo en la boca por turno, me dedicaba a pajear a los otros dos. De este modo fueron acabando en mi cara Angel, Pedro y David. Me quedé sorprendido del tamaño del miembro de David, al que dejé para el final. Ya le había visto desnudo, pero nunca con la verga tiesa, que crecía considerablemente desde su longitud en reposo. Eran uno 25 o 26 cm de miembro que chupé y lamí con esmero, tragando con ansia pero también lamiendo de las bolas a la punta de la cabecita de manera lenta, saboreando cada centímetro. Juan mientras tanto se había colocado detrás mío y me masajeaba los hombros, a la vez que restregaba su macana por mi espalda. Al acabar, Luis se había dado cuenta de que yo todavía no me había corrido, así que, tras despedirme de los otros cuatro con besos y caricias, completamente agradecidos, me deleitó con una sublime mamada. Casi no tuvo que esforzarse, pues al par de minutos descargué en su boca sin que él dejara escapar ni una gota de mi leche. Fue una mamada estupenda, y más teniendo en cuenta que me confesó que era la primera vez que lo hacía.
A la mañana siguiente, aunque nadie hizo comentarios sobre lo anterior, las actitudes de todos hacían presagiar una nueva fiestecita nocturna. Después de cenar dos de nosotros fingimos que nos había sentado mal la cena y dijimos de no salir por ahí. Los otros cuatro, en un alarde de "compañerismo" decidieron quedarse con nosotros para jugar un rato a las cartas e irnos a la cama pronto. Esta fue, al menos, la excusa que les dimos a las dos chicas del grupo cuando pasaron por nuestra habitación a buscarnos. Casi tuvimos que echarlas, ya que también querían quedarse (tampoco habían pillado la noche anterior y querían hacerlo con alguno de nosotros). La cosa estaba decidida, iba a ser una fiestecita solo para hombres. Cuando nos aseguramos de que estábamos solos, echamos la llave y nos despelotamos, todos lo teníamos bien duro. Al principio la mayoría lo único que pretendía era que se la mamase, y luego nada más, pero Luis y yo lo que queríamos era cojer unos cuantos culos, cosa que propusimos. Sorprendentemente, nadie pareció reacio a la idea, pero pusieron la condición de que Luis y yo fuéramos los primeros en poner el culo a disposición de los demás. El trato era justo. Luis se dirigió a Juan, se puso de espaldas a él y a cuatro patas. Juan no se lo pensó dos veces, se lubricó el pene con un poco de crema para el sol, y se lo comenzó a meter poco a poco hasta que sus bolas golpearon el culo de Juan, entonces comenzó a bombear cada vez más rápido, y a juzgar por los gritos y gemidos de Juan, lo debía de estar haciendo realmente bien.. Angel se colocó delante suyo y se lo metió en la boca. Con Juan totalmente empalado, me fui por Pedro. Lo tumbé en la cama y me senté suavemente sobre su hermoso culo. Me movía muy despacio, sintiendo cada centímetro de su pene entrar en mi culo. Cuando lo tuve todo dentro, comencé a subir y a bajar a buena velocidad, dando un gran placer a Pedro, y, cómo no, a mí mismo. David había colocado su pene en la cara de Pedro y éste, dudando al principio, se lo metió en la boca y comenzó a chupar con un poco de torpeza. Le dije a David que me dejase a mi mamárselo, que yo sabía lo que hacía, lo cual aceptó de inmediato. Con un guevo enorme en la boca y otro en el culo, estaba loco de placer, pero lo mejor vendría a continuación, cuando los dos intercambiaron sus papeles. Me tumbé boca arriba sobre la cama y Angel me metió el guevo en la boca, casi sin tiempo de ver como David se colocaba a mis piernas, con el pene tieso y apuntando a mi dilatado culo comenzó a metérmelo, y aunque lo hizo despacio y suave, sentía una mezcla de placer y dolor por el gran tamaño de su miembro. Aquello parecía que no iba a acabar de entrar nunca y yo sentía un placer extremo. Cuando lo metió del todo y comenzó el mete-saca sentí un placer en el culo que nunca había sentido, debido a la longitud y, sobre todo grosor, de su miembro. El gusto era tal que me orine encima y estaba en una especie de nube. Casi ni me di cuenta de que Angel acabó en mi cara. "Desperté" cuando noté la potente acabada de David en mi culo, a la vez que yo acababa mientras él me pajeaba. La verdad es que es un gustazo que el tipo que te coje te haga una paja mientras tanto. Durante este tiempo me había olvidado de los otros tres, que ya habían acabado y miraban nuestro juego.
Pero claro, de momento los únicos que no habíamos metido éramos Juan y yo, así que había llegado nuestro turno. Los otros cuatro, completamente excitados, estaban deseando probar la experiencia de ser cojidos por el culo. Pusimos a los cuatro juntos uno al lado de otro y con el culo en pompa hacía nosotros. La vista de aquellos cuatro culos vírgenes era de lo más deseable. Yo empecé por David y Juan por Angel. Fue una enculada fantástica, ya que la estrechez del agujero me proporcionaba un gustazo tremendo. Lo hice con toda la delicadeza posible y a David le encantó, ya que no paró de gemir. Al rato decidí que había tenido suficiente, aunque él quería que acabase en su culo. Pasé a Luis, y Juan hizo lo propio con Pedro. Fue otra cojida fantástica, aunque no tan buena como la anterior (ya que solo tenía ojos para David, de hecho, acabamos saliendo una temporada, durante la que no paramos de cojer). Todavía Juan y yo no habiamos acabado, así que decidimos compartir nuestra leche con todos. Los colocamos juntos y acabamos en sus caras. Estábamos rendidos, aunque muy satisfechos. Incluso David, Luis y yo tuvimos ganas de una segunda sesión un rato después.
Aquel fue el inicio de unas vacaciones en las que no nos separamos ni un momento y aprovechamos cualquier ocasión para "pasarlo bien" entre nosotros. De hecho, de regreso a casa seguíamos tirando en las duchas del gimnasio cuando no había nadie más.

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